Negacionismo y extinción: cambio climático

En pleno año electoral en el que se discute incentivos a la minería, subsidios a los sojeros y acuerdos por megafactorías de cerdos, se presentó la primera parte del 6to informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), donde se advierte que nos encontramos cruzando el umbral de no retorno y alertan a los gobiernos sobre la necesidad de tomar medidas inmediatas para reducir a 0 las emisiones de gases de efecto invernadero.

Por Karen Ulfeldt

14.000 informes, 234 expertos de 65 países, 5 modelos matemáticos que indican un aumento de la temperatura global de 1,5°C antes del 2040. Y este es el pronóstico más conservador. Solo para nuestra región el informe prevé un aumento de los incendios forestales, disminución de las precipitaciones, derretimiento de glaciares y escasez de agua dulce. No debería ser una sorpresa, teniendo en cuenta la crisis hídrica por la bajante del Paraná, la extrema sequía que transita Mendoza o la falta de nieve en la cordillera. Estamos viviendo períodos de sequía seguidos por temporales e inundaciones que dejan muertos y evacuados. Todo esto mientras cursamos una pandemia y casi el 50% de la población argentina se encuentra por debajo del límite de pobreza. Una situación poco alentadora, ¿no?

Aquello que creímos que nunca íbamos a vivir llegó y se está haciendo notar, y lo que se viene es mucho peor. Para explicarlo de forma muy simple, el aumento de la temperatura global daña los mecanismos de captación de carbono naturales: se incendian los bosques, se derrite el permafrost (hielos permanentes), se acidifica y eutrofiza el océano. Estos grandes mecanismos de captura de CO2 están desapareciendo, por lo que cada vez hay más concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y la temperatura aumenta a mayor velocidad.

El informe es categórico: la crisis climática la provocamos nosotros. Todas las regiones del mundo se ven afectadas y presentan algún síntoma de alteración climática, y la frecuencia de estos síntomas será cada vez mayor. La concentración de CO2 es la mayor en 2 millones de años, los hielos están en su nivel más bajo de los últimos 1000 años, el nivel de los mares se está elevando y los glaciares están retrocediendo rápidamente.



Mientras tanto, nuestros gobernantes presentan modelos extractivos como la solución a nuestra economía al mismo tiempo que condenan a las comunidades al hambre y a la sed. ¿Para qué necesitamos extraer litio y comprometer el ecosistema si son unos pocos los que pueden acceder a vehículos eléctricos? O a celulares nuevos que, si vamos al caso, poco nos servirán si no tenemos cubiertas las necesidades básicas de alimento y refugio.

¿Por qué queremos más hectáreas sojeras para alimentar a cerdos que serán exportados a China? Vamos a sacrificar la fertilidad de nuestros suelos (la que queda), nuestra agua y la salud de la población para llenarles los bolsillos a unos pocos.

¿Dónde están las propuestas que van a ayudar, realmente ayudar, a toda la población a prepararse para este período de transición? ¿O vamos a esperar a que no haya más tiempo y sumirnos en el caos y la violencia?

En los últimos 40 años generamos más basura que en toda la historia de la humanidad. En los últimos 30 años duplicamos la emisión de gases de efecto invernadero. La industria fósil y la industria ganadera son las que más contribuyen al calentamiento global, pero el mensaje no parece calar en un país que depende casi exclusivamente de la agroindustria y los negocios energéticos.

Si me conocen saben que mi enfoque ha sido siempre en soluciones, en presentar cambios posibles y concientizar sobre la importancia de un cambio en nuestra forma de consumo. Y hoy no es diferente. Hay una leve ventana de oportunidad que debemos aprovechar para trabajar en estrategias de mitigación y de adaptación. Desde nuestro lugar podemos participar en la restauración de ambientes, de forma directa o indirecta, limitando el consumo de productos que generan destrucción de bosques y pastizales, como la carne, los lácteos y derivados y los productos de soja, maíz, trigo y girasol que no sean de producción agroecológica. Limitar el consumo energético y de combustibles fósiles, porque ya no podemos esperar a que las energías alternativas sean accesibles. Es imperativo comenzar a organizarse para la previsión de alimentos sanos, para ello podemos participar en proyectos comunitarios de huerta y apoyar a los productores locales comprando en ferias que incentivan la economía circular.

¿Parece un gran sacrificio? Lo es, porque el tiempo de transiciones graduales se terminó. Es hora de enfrentar la realidad, sacar la cabeza de la arena y accionar en pos del bien común. Elegir seguir callados y priorizar nuestras comodidades individuales nos hace cómplices. Si nuestros gobernantes eligen seguir el circo y no ver cuáles son las verdaderas prioridades socioambientales, es nuestra responsabilidad organizarnos desde abajo.

La única salida es colectiva.

Soy Karen Ulfeldt, soy
@kasiatandil

Comentarios