Cuando iba a la escuela primaria solíamos cantar aquella vieja canción de tono tan triste que hablaba de un manto de neblina que cubría las islas que nunca hemos de olvidar.
Cuando iba a la escuela primaria solíamos cantar aquella vieja canción de tono tan triste que hablaba de un manto de neblina que cubría las islas que nunca hemos de olvidar.
Transcurrieron los años y el hecho puntual de 1982 hizo que aquellas islas se alejaran más y más de nosotros.
Soberanía, recuperación, guerra, rendición, pérdida, dolor…
El Atlántico Sur se nos presenta muy lejano tanto en la imaginación como en la distancia misma. Mar bravío, con inmensas olas, arrebatador de barcos durante siglos, inconmensurable.
Mientras miraba uno de los folletos de viajes que ofrece la empresa Cruceros Princess creció mi entusiasmo al ver que uno de los lugares que registraba en su itinerario serían las Islas Malvinas, actuales Falkland Islands bajo dominio del Reino Unido.
Una aclaración en letras pequeñas decía que se llega a las costas de Stanley sólo si las condiciones del mar lo permiten. Stanley no tiene muelle para los grandes barcos como es el caso de los cruceros por lo cual es necesario utilizar barcazas que llegan hasta el pequeño muelle.
Por lo tanto, tomar ese crucero implicaba un gran desafío. Llegaríamos a Malvinas? Y si no llegamos? Algo me decía que sí llegaríamos así que emprendí el proceso de compra del paquete.
Como argentinos podemos viajar a las islas tomando varios vuelos. El primero es a Santiago de Chile, luego otro a Punta Arenas y finalmente otro a Stanley. Además del vuelo se nos requiere un seguro de vida especial por tratarse de zona con peligros de enfrentamientos bélicos. Todo esto suma una gruesa cantidad de dinero muy difícil de afrontar para muchos argentinos. Entonces la alternativa de tomar un crucero es mucho más viable.
El crucero salió desde Valparaíso, recorriendo luego Puerto Montt, Punta Arenas, Ushuaia, Cabo de Hornos y Malvinas. Luego tocó otros puertos como Madryn y Montevideo hasta finalmente llegar a Buenos Aires.
Todo el recorrido es magnífico, pudiendo sorprendernos por el paisaje de los fiordos y los glaciares del sur de Chile.
El cruce del Cabo de Hornos es uno de los momentos de mayor excitación en el viaje porque es allí donde se pueden ver a los 2 océanos: el Atlántico y el Pacífico.
Es el más austral de los tres grandes cabosde la zona meridional del planeta, y marca el límite norte del Pasaje de Drake que separa a América de la Antártida y une el Océano Pacífico con el Océano Atlántico. Durante muchos años, el cabo de Hornos fue uno de los hitos principales de las rutas de navegación de embarcaciones a vela, las que comerciaban alrededor del mundo aun cuando las aguas en torno al Cabo son particularmente peligrosas, debido a sus fuertes vientos y oleaje y la presencia de grandes formaciones de hielos.
Era muy temprano por la mañana y las temperaturas son bajísimas aún durante los meses de verano pero nada impidió que todos los pasajeros subiéramos a cubierta a maravillarnos con el paisaje. Pudimos ver grandes formaciones rocosas en las que chocaban las grandes olas, sin embargo la navegación fue bastante calma y no nos mareamos como nos habían anticipado.
Luego del Cabo de Hornos se llega a Ushuaia y desde allí a Malvinas.
Nada nos aseguraba que llegaríamos a las islas. Aquella noche no pude dormir bien, mi ansiedad me superaba. Encendí el televisor en nuestro camarote y busqué el canal que nos transmite información del viaje durante las 24 horas. Allí pude leer “llegada a Stanley a las 08.00 a.m.”. Parecía estar más cerca mi sueño. El barco navegaba en calma sobre aguas aparentemente tranquilas lo cual era una buena señal.
Finalmente a las 08.00 a.m. llegamos a Stanley. Bajamos en la segunda barcaza. Sentí una mezcla de varias emociones. Cómo explicar lo que siente un argentino al tocar suelo malvinense?
Nunca fui poseedora de un sentimiento nacionalista, no porque deje de amar a mi territorio, sino porque considero que cada espacio de nuestro maravilloso planeta nos pertenece como Humanos. Sin embargo, al tocar suelo de Malvinas tuve una profunda tristeza porque allí descansan los restos de aquellos nuestros pibes que murieron en la guerra de 1982 al enfrentarse a las fuerzas armadas del Reino Unido.
No teníamos mucho tiempo para recorrer la isla así que tomamos un tour con un guía local. Gerald nos llevó por los lugares de mayor interés mostrándose muy amable y respetuoso todo el tiempo. Vive allí desde hace 25 años. Fue controlador de vuelos y nos cuenta que tuvo que permanecer en arresto domiciliario durante los meses que duró la guerra. Con él recorrimos los alrededores del Monte Harriet y del Monte Williams donde ocurrieron algunas de las batallas durante la guerra. Se pueden ver restos de aviones y de artillería utilizada además de enormes extensiones de campos minados por las tropas argentinas.
Gerald nos cuenta que la población tendría sumo interés en restablecer relaciones para beneficios mutuos con nuestro país, sobre todo en lo que tiene que ver con la economía y la salud de su pueblo. Aclara luego que las condiciones no son propicias actualmente y estima que esto se mantendrá así durante algún tiempo más.
Gerald nos cuenta que reciben dinero del Reino Unido pero sólo para gastos de defensa, por lo tanto ellos son responsables de mantener su propia economía.
Pudimos ver varios barcos pesqueros alrededor de las islas y también las instalaciones para los primeros pasos en la extracción de petróleo que tendría lugar en los próximos meses.
Según la opinión de varias personas con las que hablamos pudimos rescatar que las islas adquieren notoriedad internacional luego de la guerra de 1982, siendo lugar de creciente interés para su visita. Nos cuenta Gerald que hubo un gobernador que había propuesto entregar las islas a Argentina pero la opinión popular le exigió detener la iniciativa que se mantiene hasta el día de hoy. En una de las ventanas podemos leer un cartel que dice: “KEEP CALM. WE ARE AND WILL REMAIN BRITISH” (Mantené la calma. Somos y seguiremos siendo británicos).
Stanley es la única ciudad en las islas y tiene una población de unos 1500 habitantes. Nos llama la atención el arco hecho con huesos de ballenas que se puede ver en un costado de la iglesia anglicana donde aquel domingo se celebraba misa y hasta pudimos mantener una corta charla con el vicario que había vivido en Buenos Aires.
Luego recorrimos sus angostas calles, tomamos fotos de sus casas muy bien cuidadas con jardines y huertas, pudimos ver las escuelas, un hospital, la casa del gobernador, algunos hoteles, la oficina de correo y sus pubs. Comimos el famoso “fish and chips” (pescado y papas fritas) con una cerveza y pudimos disfrutar del ambiente único de los pubs ingleses donde se puede interactuar con la gente además de jugar a los dardos o simplemente mirar tele y dejar que el tiempo transcurra.
Volvería a Malvinas, por supuesto que sí. Me quedaría varios días. Es muy recomendable desde varios puntos de vista que cada uno podrá descubrir al visitarlas.
Allá quedaron las islas, tan cerca y tan lejos, bajo un manto de neblina.
Gentileza Graciela Gargiulo
Gracetandil@yahoo.com.ar
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