Al llegar a Egipto, y luego de unos días de estar entre sus calles, me fui acostumbrando a los llamados a la oración desde los minaretes de las mezquitas.
Las costumbres, los hábitos y las diferencias culturales son lo que más me sorprende de cada viaje.
Al llegar a Egipto, y luego de unos días de estar entre sus calles, me fui acostumbrando a los llamados a la oración desde los minaretes de las mezquitas. Esto ocurre 5 veces por día. La primera es a la 4 de la mañana. Lo que se escucha es la voz de un varón leyendo las líneas del Corán. Yo creí que cantaba pero no es así. Me explican que la persona que lee utiliza una entonación especial, como si estuviera cantando, para lograr que quienes lo escuchan puedan concentrarse y recordar las enseñanzas.
Todo aquel que no pueda ir a la mezquita puede hacerlo en su casa o en su lugar de trabajo. Al hacer esto extienden una alfombra y se inclinan a orar. Así es muy común verlos en cualquier lugar en el momento en que reciben el llamado. En un restaurante, mientras almorzábamos, recuerdo que alguien a nuestro lado desplegó su alfombra y comenzó a orar.
Mientras caminaba por las calles de Meknés, en Marruecos, conocí a Oussama, un joven estudiante que se ofrece como guía. Oussama me explica que Alá no tiene una figura como la del Dios de los Cristianos. Si bien a nosotros nos han acostumbrado a un dibujo de la imagen de Dios, sabemos que puede variar. Alá, para los Musulmanes, no tendría una imagen definida. Oussama dice que Alá puede ser un rayo de sol.
También me cuenta que para él la muerte no implica temor o angustia. Dice que la muerte es algo natural y que si llega será bienvenida.
Para conocer Belén y visitar la iglesia que fue levantada en el sitio donde se cree que nació Jesús es necesario cruzar al territorio de Palestina. Una vez más, el hombre ha sabido levantar grises y fríos muros que hay que traspasar para ir de un lugar al otro.
Una vez obtenido el permiso se puede acceder a la iglesia. Jesús habría nacido en aquel lugar que hoy está marcado con una estrella de metal sobre el piso. La estrella brilla y muchos quieren tocarla. Yo creo que brilla igual que un rayo de sol.
El hostel en el que estuve alojada en Jerusalén tiene una terraza desde la cual se puede tener un panorama de la Ciudad Antigua. Mezquitas, iglesias, sinagogas y templos conviven en armonía en una ciudad muy especial con su tensa calma tan propia. En horas del atardecer, mientras el sol caía lentamente, subí a la terraza para observar el paisaje. Las cúpulas de los templos llaman la atención pero mucho más los sonidos. En un momento se mezclaron los llamados a la oración desde los minaretes de las mezquitas y las campanas de las iglesias. Es complejo poder explicar con palabras lo que se siente.
Creo que todos los seres humanos buscamos algo que está más allá de nuestro alcance y nos sobreviene el misterio.
Alguien podrá decir que las religiones sirven para dividir y para separar. Yo creo que las religiones nos unen en la diversidad.
Graciela Gargiulo
gracetandil@yahoo.com.ar
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