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Matrimonio de conveniencia, divorcio previsible

El dirigente radical Ricardo Palma escribe sobre los sucesos que se desencadenaron con la renuncia de la Secretaria de Acción Social, Blanca Mobilio. Señala que la alianza recientemente disuelta no tenía proyectos en común. Los detalles

Todo es posible, en Política, pero –como en cualquier orden de la vida- cuando, en virtud de esa posibilidad, se toman decisiones, hay que hacerse cargo de las consecuencias que éstas producen.[img]

 

La Alianza celebrada entre Ugarte y el Justicialismo local fue, sin dudas, un “Matrimonio de Conveniencia”, gestado con el propósito de Derrotar al Radicalismo y arrebatarle la Conducción del Municipio.

 

Nadie puede objetar su validez (de hecho, nadie lo hizo) y no será ésa ni la primera ni la última alianza concebida en tales términos y condiciones.

 

Pero, como sucede en el ámbito matrimonial, si la unión se consuma prescindiendo de afinidades básicas, el fracaso –más que una posibilidad- se convierte en un desenlace inevitable.

 

Y en la Alianza Ugarte/Justicialismo había diferencias que hacían previsible el “Divorcio” entre los “contrayentes”.

 

En primer lugar, Ugarte jamás fue Peronista, a pesar de su profesión de fe pública y reiterada en tal sentido, hecho por todos conocido que, sin embargo, jamás fue admitido ni reconocido por los protagonistas.

 

Ese matiz cobra importancia en la Política criolla, habida cuenta de la particular idiosincrasia del movimiento fundado por el General Perón.

 

El PJ ha hecho Alianzas de todos los tipos posibles pero, en otros casos, se lo hacía asumiendo las diferencias con el nuevo socio, hecho que, en este caso, fue expresamente negado.

 

En segundo lugar, Ugarte jamás consensuó proyecto alguno con nadie: ni con el P.J. ni con  ninguno de sus referentes.

 

No lo hizo porque no forma parte de su estilo y porque, con todo respeto, Ugarte jamás tuvo un Proyecto de Gobierno sino, en todo caso, un puñado de ideas y obsesiones personales (la Pileta Cubierta, una de ellas), sustentados en su experiencia de gestión anterior, de validez muy relativa, atento a las diferencias entre ambas etapas.

 

Y una sociedad que no genera un proyecto en común, más tarde o más temprano, implosiona en forma natural, como ha sucedido con ésta.

 

En tercer lugar, entre Ugarte y, al menos, algunos de los dirigentes Justicialistas, existen diferencias ideológicas insalvables, a partir de las cuales, p. ej., resultaba incomprensible entender la presencia de los miembros de “la Jauretche” en el primer Gabinete ugartista.

 

Por supuesto, Oroquieta, López, Miguez y Rocco pegaron el portazo a la primera de cambio pero quedaron en el Gobierno otros muchos dirigentes que –p.ej.- tuvieron que digerirse las famosas declaraciones del Intendente a favor del Proceso sin decir agua va.

 

Y esas diferencias, en algún momento –en el de la derrota- afloran de modo indefectible.

 

Hacemos la salvedad de un núcleo dirigencial peronista, importante en número e influencia, que no tiene tales diferencias con Ugarte, núcleo dentro del cual hay algunos que se han ido del Gobierno –por otras razones- como Italo Volpe, que lo acompañó durante la Dictadura, y otros que lo siguen bancando.

 

En cuarto lugar, entre Ugarte y el Justicialismo, o parte del mismo, hay diferencias de estilo, al menos en apariencia.

 

Diferencias que quedan al desnudo cuando aparecen situaciones conflictivas.

 

Y, convengamos, dentro de esta gestión, situaciones conflictivas las hubo como para hacer dulce.

 

Conclusión: ambos “contrayentes” dieron el sí solo para alcanzar el triunfo, “y después veremos”.

 

Ugarte se sabía ganador, pero solo nunca pudo, así que hasta cantó la marcha para sellar el acuerdo.

 

El P.J. no tenía candidato propio así que, estando Ugarte disponible, aunque algunos hicieran buches, le puso proa a la empresa.

 

Mientras vinieron los triunfos, las broncas, desconfianzas recíprocas y humillaciones se disimularon.

 

Pero, al momento del naufragio, la solidaridad pasa a ser un recurso escaso.

 

Y ahora, Todos pagamos los platos rotos del Divorcio.

 

¿ Y AHORA, QUÉ HACEMOS … ?

 

Porque, más allá de que Movillo sea la 33º Funcionaria en Renunciar al Gobierno Municipal y del anecdotario que acarrea el enésimo escándalo oficial, las perspectivas para el Intendente son sombrías por donde se mire.

 

Ya hemos dicho que Ugarte se ha quedado huérfano de todo apoyo de parte del Gobierno Provincial.

 

La Coparticipación se reduciría en el presente ejercicio por lo que los Recursos solo alcanzarían para atender el pago de Sueldos y afrontar la prestación de algunos Servicios.

 

Añádesele a esto la pérdida casi absoluta de apoyo en el Concejo, la sangría en el Gabinete, el drástico recorte que han sufrido algunos sectores de la Administración (faltan insumos básicos como gas oil) y el desconcierto que Ugarte siempre provoca entre los suyos, y podrá tenerse un panorama más o menos certero de la situación del Gobierno Municipal.

 

Encima, el Justicialismo parece dispuesto no solo a apartarse de la Alianza Oficialista sino, incluso, a iniciar una dura ofensiva contra la figura del Intendente.

 

En tal sentido, es interesante analizar las declaraciones hechas, en las últimas horas, por quien ha hecho de “punta de lanza” de la estrategia justicialista: el Concejal Irumberri.

 

El ex Secretario de Hacienda afirmó que, al Intendente, “le falta capacidad de gestión” y hasta “paz interna para resolver los conflictos”.

 

Podrá decirse: ¡ Chocolate por la noticia, Alberto ! pero, al margen de ello, lo que resulta indiscutible es el nivel de dureza de la crítica y de la actitud que hay detrás de su formulación.

 

Por eso, no pueden sorprender algunos comentarios hechos por militantes justicialistas en cuanto a que “ahora, son los Radicales quienes apoyan a Ugarte”.

 

Semejante comentario sonaría gracioso sino fuese tan patético y tan lleno de cinismo.

 

No hay por qué hacerse eco de ese brulote pero tampoco habría que descartar que, en el afán de recuperar chances electorales e identidad propia, el P.J. intente tirarle toda la responsabilidad de resolver esta crisis política al Radicalismo, para –aunque más no sea- repartir los costos que ella le ha acarreado.

 

Como sea, estamos ante un escenario muy delicado, generado por el estrepitoso fracaso del Gobierno Justicialista y el estallido de la Alianza que lo sostenía.

 

Frente a ello, lo mínimo que deberían hacer sus responsables (léase Ugarte y el P.J.) sería manejarse con sensatez y no abandonar la instancia del diálogo, para que el naufragio no nos mande a todos al fondo.

 

 

Ricardo Palma

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