Con la firma del Licenciado Angel Orbea, llegó una nota a nuestra redacción en la que da su opinión sobre el tratamiento que se realiza a los consumidores de drogas.
La nota:
Ocho Observaciones sobre el tratamiento de personas que consumen drogas hoy
Con unos cuantos años de trabajo en Salud Mental orientado por el psicoanálisis, me permito hacer una serie de cometarios sobre el tema toxicomanía, o como se dice desde hace un tiempo “consumos problemáticos”.
1. Lo primero es colocar en su debido punto lo que llamamos Salud Mental, alli donde son muchos los que opinan y pocos los que algo saben del este asunto A mi juicio esta no es un estado de salud, ni es algo que alguien tiene o padece. Es más bien el conjunto de las instituciones de salud y del orden público que se ocupan de tratar en diversos planos; las locuras, los padecimientos, y las adicciones alli donde las razones se imponen generando demanda o forzando a la consulta. Pretender exigir a la Salud Mental, llevándola a terrenos que le son ajenos es producir ficciones obtusas, y es un error que se paga caro, y lo resiente la comunidad.
2. No importan ya los nombres. En un mundo globalizado donde la desmesura y la escases son los bordes que atraviesan a la sociedad, el consumo pasa a ser para la mayoría de la gente una verdadera satisfacción. En lo manifiesto como en lo latente, hoy el consumo configura lo que el filósofo Giorgio Agamben llama “toxicomanía de masas”.
3. Desde hace más de 20 años lo anterior atraviesa el campo de los tratamientos de personas toxicómanas. Así los llamados, operadores, agentes, cuidadores, preventores en salud, y también las comunidades terapéuticas, casas de medio camino, hogares convivenciales, y hasta las salas de internación, conforman un verdadero escenario con su propia estética, y hasta con sus propios valores y prejuicios.
4. Entonces tenemos que por allí se entrecruzan y se refritan personajes del deporte, de los medios, del arte y la música, y la política, que reconociendo su consumo se asumen como con una misión reparadora bajo la forma de un marketing mediático desde una apología de la cura de las drogas por el esfuerzo y la voluntad.
5. Por otro lado, desde el campo profesional hoy regido por la Ley de Salud Mental, sus dos grandes agencias oficiales, la Secretaria de políticas integrales sobre drogas, (ex Sedronar) y la Subsecretaria de Salud Mental, Violencia de género, y consumos problemáticos, (ex Sada) en la provincia de Buenos Aires, intentan por distintos medios acertar con políticas que abarquen la prevención y el tratamiento desde la perspectiva de la Salud Mental y los derechos humanos.
6. Pero hay que decir que todo este andamiaje es permanentemente desbordado y sorprendido por personas que consumen drogas de manera decidida, por cuanto la droga en el interior de cuerpo genera la máxima satisfacción que una personas puede lograr, y por lo tanto nadie que consume esta dispuesto a dejar de consumir, más allá de que se lo proponga, y lo jure. La palabra resulta insuficiente frente al poder de la sustancia y entonces un verdadero tratamiento es complicado, no responde a una programación previa, y en cierto momento hasta cierta coacción es pertinente.
7. Sobre esto último es que se extiende un espeso manto de confusiones, donde lo legal y lo trucho se entrecruzan, y donde “el idóneo” desplaza al matriculado, al tiempo que este último carece de la idoneidad necesaria. Todo esto suele tomar cuerpo a la luz de los medios cuando algún “famoso” pasa por algún trance de un lado o del otro, generando más confusión y desvalimiento.
8. En esto hay que decir que el Estado en todos los niéveles es plenamente responsable, porque promueve la participación de la comunidad afectada o no, generando una pléyade de operadores y agentes de “salud” que no están debidamente habilitados, ni mucho menos formados pero que sobre los casos y situaciones intervienen y deciden todo el tiempo, muchas veces generando más confusión, como pasa con el caso expuesto ahora por lo de Teto Medina.
Como síntesis; los estados son tan responsables como los que sin la debida habilitación operan sobre el campo de las adicciones, por cuanto se trata en primer lugar de no ideologizar el problema a partir de los derechos humanos, y luego se trata de una cuestión de caja, por cuanto se produce mano de obra barata basada solo en la intuición y el activismo. Así lo primero que se busca en estos esquemas de trabajo es des responsabilizar al que consume, por cuanto se considera que la adicción es una enfermedad de Salud Mental.
Por el contrario, una orientación seria, clínica, y fundamentada en el tratamiento de las adiciones solo en caso de patología mental grave podría permitiese des responsabilizar al usuario por lo que hace. El consumo de sustancias tiene una sola y muy conocida causa, quien consume lo hace “porque me gusta”, lo demás es a considerar. En esto hay que ser muy claro: sin un sujeto que responde es imposible cualquier tratamiento en Salud Mental. Pero mientras todo esto sucede, con ley, sin ley, y por la ley, cada vez son más los pibes que quedan a la deriva.
También hay que decir que de todas las ofertas de tratamiento de las adicciones, tanto sea la internación, las basadas en los científicamente probado, en la religión, la voluntad, el psicoanálisis, y la autoayuda, una por una, caso por caso podrán ser efectivas para reducir consumo y para rehabilitar al consumidor.
Entonces, para quienes tienen responsabilidades en las políticas públicas sobre el tema, sería muy deseable que alguna vez consulten a los que desde la trinchera hace años que estamos trabajando en un campo que es el más frustrante que hay, pero donde es también posible salir.
Licenciado Angel Orbea
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