En cada casa argentina hemos tenido un paquete celeste de harina, con una hermosa mujer afrodescendiente en su logo, con delantal, sombrero de cocinera y guantes blancos. Un ícono leudante que, hoy, ya es libre.
Por: Maribel Lacco
Nos abstenemos de nombrar la marca, dado que no nos interesa ser parte de esta estrategia de publicidad inversa, digna de un capítulo de Mad Men. En primera persona (y por el amor heredado a la pastelería), recuerdo tardes de amasado con esta harina. Siempre me llamó la atención el logo que, en cierta medida, funcionaba como un oxímoron gráfico: una mulata auspiciando una harina. Oxímoron que mi mente infantil no lograba traducir (lo mismo me pasaba con la marca de caramelos).
Independientemente de un modelo publicitario que atrasa y sigue vigente en muchas de las cosas que consumimos, hace 168 años que en nuestro territorio está abolida la esclavitud, tal lo indica nuestra Carta Magna (1853).
En 1956, sale a la luz este producto (nacional) que utiliza una estrategia publicitaria que hace alusión a la esclavitud. Por lo que, aproximadamente, 100 años luego de extinguida la esclavitud en nuestra nación, se utiliza un elemento que hace referencia a ella como objeto de marketing. Estamos hablando de una elección, alguien eligió que así fuese.
Si la referencia en el paquete no fuese alusiva a una mujer esclava que trabajaba en un molino, sin derechos ni beneficios, seguramente alejada de su familia o quizás, por qué no, trabajando en compañía de ella, probablemente no sería tan controversial. En definitiva, recientemente, las campañas publicitarias están ampliando el espectro de modelos a personas que no están bajo los cánones hegemónicos que se acostumbraban. Pero no. Hablamos de un modelo elegido postesclavitud: una mujer afrodescendiente y esclava; sí, una mujer.
Estamos felices de su liberación, sí. Hoy tendría entre 70 y 80 años. Trato de personificar a esta mujer y no puedo evitar pensar que en su pueblo todos ya disfrutaban de ciertas libertades y ella decía: “disculpen, yo me tengo que ir al paquete de harina, no sé cuándo vuelvo”. Pienso solo en eso, porque podría pensar en más cosas: maltratos, violaciones, abusos, etc.
Entonces, ¿ya está? ¿Eliminada la mulata desapareció el racismo? NO.
Hay que calar más hondo. Es probable que si alguien nos preguntase si somos racistas, respondiésemos con un rotundo: NO. Pero repasemos nuestra cotidianeidad.
Cuando hablé en otra oportunidad de lenguaje inclusivo, mencioné que el lenguaje es una herramienta social, y como tal se carga y retroalimenta de fenómenos que experimentamos a diario prácticamente sin darnos cuenta. Por lo que, si existe una etnia, sector o grupo de la sociedad marginado o perseguido, cargamos de connotación negativa aquellos términos que usamos para referirnos. A saber: “trabajar como negro”, “negrear”, “laburé como un esclavo”, “oveja negra”, “día negro”, “mercado negro”; el blackface, pintar con corcho a quien le toque interpretar a la persona afrodescendiente encargada de repartir pastelitos en la fecha patria; entre una millonada de ejemplos que hacen eco en nuestra forma de expresarnos.
El negro es malo, el blanco es bueno. Así como la magia. Utilizar uno u otro color para adjetivar algo puede cambiar rotundamente el sentido. En el cine, y en muchísimas otras disciplinas que consumimos a diario, las personas afrodescendientes están marginadas y ya con un mote o rol designado, en particular, las mujeres. Ser negra no es un trabajo.
La deconstrucción está un poco más allá de nuestras prácticas en redes sociales y de compartir tal o cual información sin siquiera analizar la historia que viene debajo. Es intencional, empieza por vos y por mí. Por la forma en la que nos expresamos, para lo bueno y para lo malo, por nuestras elecciones.
La empatía es la herramienta de la deconstrucción, ya no importa de qué lado de la orilla estás, ya no hay orillas, hoy somos todo mar.
Comparto un fragmento de “Poema sobre mis derechos” de June Jordan (1936-2002), profesora universitaria, activista y promotora cultural, periodista política, escritora de libros infantiles y ensayista.
Incluso esta noche necesito dar un paseo y aclarar
mi cabeza sobre este poema acerca de por qué no puedo
salir sin cambiar mi ropa mis zapatos
mi postura corporal mi identidad de género mi edad
mi estatus como mujer sola en la noche/
sola en las calles/ estar sola no es la cuestión/
la cuestión es que no puedo hacer lo que quiero
hacer con mi propio cuerpo porque soy del sexo
equivocado de la edad equivocada de la piel equivocada
Maribel Lacco
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