Todos sabemos que leer es bueno, por ello la literatura infantil cumple un rol muy importante en el desarrollo de los más pequeños: contribuye al desarrollo social, emocional y cognitivo.
Por Mamá Pulpo
El acto de leer es sumamente enriquecedor a lo largo de toda la vida, pero en la niñez resulta de vital importancia. Compartir la lectura con nuestros hijos e hijas no solo permite fomentarla, también ayuda a reforzar el vínculo con ellos.
Como mamá de dos personas en pleno crecimiento y, además, distribuidora de libros infantiles, de maternidad y crianza,creo que nunca es demasiado pronto para empezar a leerles. Por supuesto que si comenzamos desde bebés no entenderán lo que decimos, pero si reconocerán nuestras voces y nos prestarán atención. Si empezamos desde temprano, haremos que los libros sean una parte natural de nuestros bebés y la lectura un hábito placentero y significativo. Por ello, como mapadres y educadores tenemos un gran desafío por delante.
Durante los primeros meses (en realidad, durante toda la vida), más allá del contenido -si es literatura de calidad, mucho mejor- lo más importante es el momento que se genera, el tiempo compartido, donde la lectura permite afianzar nuestro vínculo emocional. Respecto a los beneficios específicos, los niños y las niñas que tienen incorporada la lectura desde edades tempranas tienen un vocabulario amplio y fluido, por la variedad de palabras y su pronunciación; beneficios que se verán reflejados en su comunicación y expresividad. También se familiarizan mucho más con la escritura, reconociendo las letras, aprendiendo ortografía y comprendiendo textos.
En la actualidad existe una amplia oferta de libros infantiles, con textos que abarcan todo tipo de temas y varían en su extensión, sus ilustraciones y su complejidad.
Personalmente, recomiendo elegir títulos que tengan calidad literaria, de diferentes temáticas, que sean capaces de sugerir emociones, que se acerquen al mundo afectivo de la pequeña persona que lee, que no abusen de diminutivos o aumentativos, donde el lenguaje no se restrinja. Por supuesto el libro debe gustarle a quien lo va leer, pero eso solo no es suficiente. Debemos tener en cuenta que no todo libro es literatura y que -siguiendo las palabras de Clive Staples Lewis (escritor de Las crónicas de Narnia, entre otros)- "ningún libro vale la pena ser leído a los 10 años si no vale la pena leerlo a los 50".
Desde nuestro lugar, como mapadres o educadores, el primer paso hacia el desafío que implica inculcar la lectura es enseñar con el ejemplo: debemos demostrar que disfrutamos del momento y que la literatura puede ofrecernos historias fascinantes.
Leí alguna vez que buenos libros son los que se narran con curiosidad, temor o deleite antes de dormir; los que se guardan en el cajón de los juguetes, los que reposan al lado de la almohada. Elijamos libros que ocupen un espacio no solo en nuestras estanterías, sino en los corazones y en la memoria de nuestros hijos e hijas.
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