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Coronavirus, la pandemia desde Italia

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Carolina Zudaire es Lic. en Ciencias de la Comunicación y vive desde hace un año en Milán, Italia. Cuenta con detalles cómo vive la pandemia del COVID-19 y hace un análisis crítico de cómo se manejó la situación en ese país.

Se está terminando el segundo mes del año, un 2020 que nos sorprende con una epidemia que crece cada vez más. El Coronavirus llegó a Italia, y las noticias nos empiezan a invadir con cifras que no creemos ciertas, cada vez más casos, más muertes. Lombardía es una de las regiones más afectadas, de 800 casos en el país, 500 son en esta región. Yo estoy en Milán y las víctimas ya son tres.
Empieza el operativo anti-virus.

Domingo 23 de febrero, en la región italiana de Lombardía se decreta que las escuelas y universidades se cierran hasta el 7 de marzo, y los bares y restaurantes permanecerán abiertos solo hasta las seis de la tarde. Ese día también, en Milano cerraron los museos, el Duomo, y el teatro La Scala. Todas las actividades culturales y eventos públicos fueron cancelados y/o pospuestos. Golpe duro para la Fashion Week que apenas estaba iniciada y tuvo que realizar los desfiles solo con el público invitado. En el caso de los partidos de fútbol, algunos fueron suspendidos  y otros llevados a cabo sin público presente.

Iniciamos una semana de paranoia. Los hospitales estaban a punto de colapsar, se puso a disposición un número telefónico para que aquella persona que tuviera síntomas se comunique y un médico la visite en el domicilio. La gente se acumuló en los supermercados dejándolos en su mayoría desabastecidos. Lo mismo pasó con las farmacias, los barbijos y el alcohol en gel se agotaron en cuestión de horas.


De un día para otro la ciudad había cambiado completamente. Los medios de transporte público dejaron de ser lo que eran, los colectivos vacíos, en los vagones de ‘la metro’ con suerte encontrabas más de diez personas. Según la red de transportes el número de pasajeros había bajado un 40 % en solo dos días. En la calle lo único que veías era poca gente temerosa y desconcertada cubierta con barbijos y guantes de látex.

Era irreconocible una Milán así, lo es aún hoy,  pero con el pasar de los días empezó a calmar la psicosis y si bien no volvió a ser lo mismo, se podía ver un poco más de movimiento. Incluso se reactivaron algunas actividades y se reabrieron el Duomo y algunos museos. Claro, se pretendía no “parar” la ciudad, tan reconocida por su gran actividad comercial y financiera, y el nuevo slogan era “Milano non si ferma” (Milán no se para). 

A la vista está, no fue la mejor decisión, las cifras aumentaban. Solo en Lombardía el número de contagios se duplicaba en 24 horas.
La situación era preocupante y no hizo falta más tiempo para que se repensaran las medidas de precaución; se prolongó el cierre de las escuelas y universidades, se nos exigió a los ciudadanos mantener un metro de distancia entre las personas, no salir de casa si te sentís mal, lavarse seguido las manos, evitar los lugares de asentamiento de gente. Fue un “boom” de información y reglas nuevas por adquirir, en ese momento la sociedad empezó a tomar conciencia y los mensajes pidiéndonos que no salgamos eran cada vez más presentes.

El mundo habla de nosotros y nosotros no entendemos cómo seguir.

En las primeras horas del domingo 8 de marzo cerraron la Lombardía y otras 14 provincias hasta el 3 de abril. Eso fue drástico. Se desató un caos social, la Estación Central de trenes se convirtió en el punto de escape para muchos. Sí, la gente desesperada escapaba de Milán creyendo encontrar la salvación en un tren que los llevaba lejos, muchos se volvían a sus hogares, otros solo buscaban refugio en otra parte, el sur era el destino “clave”. Los aeropuertos se vaciaron, los vuelos en su mayoría se cancelaron y las aerolíneas empezaron a flexibilizar la devolución y cambios de boletos.

El decreto oficial nos pide que nos quedemos en casa, inicia la campaña “Io resto a casa”. Cerraron gimnasios, piscinas y prohibieron las reuniones de trabajo; por ahora los comercios pueden estar abiertos al público. Ahora sí se siente más preocupación, ya no es una pavada y los ciudadanos empezamos a ser más precavidos que antes. Si entras en ‘la metro’ los carteles de publicidad te pasan los consejos para no contagiarnos. Se escucha también por los altoparlantes, tenemos que lavarnos las manos, toser y/o estornudar cubriéndonos la boca con el codo, también nos dicen que tenemos que mantener un metro de distancia con las personas que tengamos alrededor, entre tantos otros. En el trabajo las circulares diarias con nuevas medidas llegan todo el tiempo. Nos hablan de multas, nos cambian el horario continuamente, pero todavía no sabemos si al otro día se trabaja. Lo único definido es que los shoppings y centros comerciales permanecerán cerrados los fines de semana. Muchas oficinas públicas y privadas mandan a casa a los empleados, desde ahora el home working es el método más usado. 

Empezó la semana y no entendemos. Los comercios no están obligados a cerrar, los empleados no podemos quedarnos en casa, y seguimos exponiendo nuestra salud sin generar ganancias. Se nos entrega  una auto-certificación para llevar con nosotros cuando salimos a la calle, en ella se debe detallar desde dónde y hacia dónde te trasladas y por qué motivos. Son solo cuatro: trabajo, necesidad (se entiende compras), motivos de salud y regreso a tu domicilio. 

Todo es confuso, pero las conjeturas duran poco.  Es miércoles, el Coronavirus está invadiendo Italia de modo arrasador y no hay más tiempo. La capacidad sanitaria está llegando a su tope, no hay suministros. Sabemos que a las diez de la noche el Primer Ministro le va hablar al país. Esperamos un nuevo decreto.  Esta vez fue claro, desde el jueves 12 y hasta el 25 de marzo se cierra todo, solo podrán permanecer abiertos los negocios de primera necesidad. De vuelta la gente corre a los supermercados y las colas para entrar son eternas.

Si querés salir que sea solo para cubrir las primeras necesidades, ya está, no se jode más! es estar en casa o estar en casa. Italia está cerrada y en ‘quarentena’.  Ahora la auto-certificación es obligatoria y si te encuentran paseando  te podes comer una multa de 200 euros o, la cárcel por tres meses. Está permitido el ejercicio al aire libre siempre y cuando sea individual, y podés sacar a tus mascotas solo para que hagan sus necesidades, no de paseo! Después no hay excusas, solo emergencias.

Qué decir, nunca nadie imaginaba en lo que esto se convirtió, pero pasó. El día a día de estas últimas semanas fue caótico, tuvimos que cambiar nuestra rutina, no es fácil, pero tenemos que poner lo mejor de nosotros. Los italianos entendimos, hay que aceptar y poner voluntad.  Son los primeros días de encierro y el país está en vilo. Las ventanas son el contacto con el mundo exterior y a través de ellas la gente canta y comparte música. Se siente el dolor de un país en crisis, pero también la fuerza y la esperanza.

En lo personal solo me impacienta el número de días que debo permanecer adentro. Sí, no voy a mentir, no me alcanza con salir al supermercado, la llegada de la primavera empieza a hacerse presente y los mates en un parque son la tentación de una argentina como yo, pero no, no se puede. Si piden no salir de sus casas, pues adentro estaré, y cuando vaya a hacer los mandados caminaré más lento para disfrutar más de la brisa en la cara y del silencio de una ciudad que comúnmente no se calla.

En cuanto a la cuestión sanitaria

La realidad es que los hospitales están colapsando, en Milán están buscando controlar la situación cosa que es ya insostenible en otros lugares de la región. El sistema sanitario, reconocido como uno de los mejores del mundo está desbordado, no tienen recursos y están obligados a tomas situaciones drásticas, no hay lugar para atender a todos. Los testimonios del personal son desgarradores, se sienten exhaustos y con miedo. 

Según las autoridades, se esperan nuevos casos este fin de semana debido a que el período de incubación del virus es entre cuatro y siete días, y si bien se prevé que una vez pasado este período las cifras van a descender, los contagios van a continuar, por lo que es indispensable que se cumplan las restricciones impuestas por el gobierno, para que de este modo  el sistema sanitario pueda controlar la situación.

Medidas preventivas:

-    En caso de síntomas, prohibición absoluta para salir de tu casa.
-    Es obligatorio permanecer en las casas, solo se puede salir en caso de necesidad, entiéndase, realizar compras de primera necesidad y/o alguna emergencia. Será multada con un monto de 206 euros o tres meses de cárcel a toda persona que intente infringir la ley.
-    Todos los comercios cerrados, menos los que proveen las primeras necesidades, entiéndase supermercados, minimercados, farmacias, puestos de revistas, casas de comida solo con servicio de delibery, bancos y oficinas públicas, siempre respetando las normas sanitarias y  garantizando la distancia de un metro entre las personas.
-    El transporte público seguirá funcionando, autorizados a modificar los horarios del servicio.
-     No habrá misas, pero las iglesias se mantendrán abiertas a los fieles.

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