“El arte no es responsable de comunicar”, dice el artista que llegó a Tandil de la mano del hotel Mulen y está pintando un mural. En este artículo, sus sensaciones.
Por Florencia Lauga
Lo tengo enfrente por primera vez. Pero eso es lo que mi cabeza me propone para que luego mi cuerpo consiga comportarse como las convenciones dicen que debe hacerlo. La verdad es que somos uno, y que lo conozco desde siempre porque, en el fondo, ser un ser humano es un poco eso. En los ojos que me miran estoy yo.
Tiene 31 años y alegría de venir. Habiendo llegado a Tandil hace poco, el hotel Mulen lo recibe entusiasta y curioso, especialmente esta segunda. Fiel estudiante de diseño gráfico, se reconoce como artista y se dispone a contarme sobre su vida mientras yo muy canchera le ofrezco unos mates con yerba de hierbas que él amablemente acepta, aunque esta no sea la hora en que usualmente toma. “No ejercí nunca”, me dice. Y yo veo en su obra, en sus anteojos y en sus tatuajes del brazo derecho eso que dice desaparecido.
Nacido en Córdoba y consciente de que este es el lugar en el que escoge vivir hoy, Elian Chali está en nuestra ciudad pintando una de las paredes externas del Hotel Mulen. Como punto de partida, la empresa gerenciadora –Bahms- pretende firmemente que sus hoteles sean reconocidos como impulsores de prácticas sostenibles y acciones de Responsabilidad Social Empresarial, en alineación con la cultura empresarial del grupo y las búsquedas mundiales de fusión entre recursos humanos, arte e intercambios. A su vez, el reconocimiento, valor y respeto por el trabajo de Elian estaba presente entre sus integrantes en el momento previo a la convocatoria. La consecuencia, entonces, es esta suerte de tenerlo aquí. Dijo sí, juntó sus cosas, y vino.
¿Qué pasa con tus obras? –le pregunto. ¿Estás buscando dejarnos un mensaje?
Muy seriamente, me avisa que para nada. “Mirá: para mí el arte no es comunicación.” Y yo suspiro aliviada, dándome cuenta otra vez de que la vida me avisa (aunque me cueste oírlo) que no tengo que pasarme las horas dejando mensajes por ahí. Porque él no lo hace, y soy afortunada de encontrarlo (seguro es esto lo que vino a decir-m). Se siguen las siguientes frases: “Creo que el hecho de que mis obras no tengan estrictamente un mensaje es una suerte”; “El arte no tiene la responsabilidad de comunicar”; “El arte es una práctica que se construye”; y especialmente esta última: “Como artista, propongo una visión del mundo. Lo que me interesa es construir una nueva forma de sentido común, que se corra de lo que todxs entendemos por eso.” Me doy cuenta de que me gusta atender sus ideas porque están claras, y esto me habla de un ser humano comprometido consigo mismo. Celebro, sigo adelante.
No tardamos mucho en hablar de la humanidad. Dentro de su experiencia, Elian recorrió ya más de treinta países en los que se dió la oportunidad de trabajar, pintando paredes y frentes y costados de diferentes tipos y dimensiones. Para quien no lo conozca y el destino lo haya traído hasta este artículo, por favor, regálese un momento para mirarlo: es un muralista urbano increíble. Aquí, en nuestra ciudad, está ahora trabajando en la obra más alta que le ha tocado hacer hasta el momento, y por primera vez (tan hermoso esto de la primera vez de algo) sobre ladrillo visto. Todo un mundo nuevo, el tandilense, en el que siempre a sus habitantes nos parece que nada se mueve. Vea usted.
¿Es sencillo, para vos, estar atravesando una experiencia de vida humana? arrojo con el mate ya lavado, porque afortunadamente Elian habla mucho conmigo, de manera que al inicio de la segunda interrogativa los palitos ya flotan un poco (igual tomamos). Me ofrece sin rodeos un enunciado que me duele mucho, pero que no tengo posibilidad de rechazar, porque soy yo la que ha abierto esta puerta.“Como especie humana hemos fracasado”, me dice. Ya tengo el corazón en la mano.
Ojo acá. Esto no quiere, ni remotamente, decir que no disfrute su vida; para nada. Pero sí me atrevería a arriesgar que su visión no tiene demasiado que ver con el heroísmo: digo, que él no vino a salvar a nadie, no sabe cómo hacerlo, no tiene por qué, no es su rol y no le interesa. “Además –me aclara- si algo salva al mundo no va a ser una sola persona.” Risas. Alejado de estas ideas, dedica sus días a mirar-se, a amigarse con su cuerpo que no responde a lo “normal” y a reivindicar continuamente lo que de verdad le importa: la investigación sobre uno mismo, la deconstrucción, el sentido del otro, el equipo de cinco personas que trajo y que está trabajando a su par, la conversación con los empleados del hotel, con las personas que se paran en la calle a mirar. Elian está atravesado por el sujeto político en el que ha decidido convertirse, por su consciencia del privilegio del que es dueño cuando, sentado tranquilamente, puede darse permiso de pasarse una hora y media conversando conmigo. Mira de cerca su lugar de trabajador, su ánimo de propuesta, su deseo genuino.
Nuestra charla avanza y somos capaces de rozar ideas taoístas. Para él, lo revolucionario tiene más que ver con no producir: digamos 1) aflojar con las cosas materiales, y 2) no estar desesperado por la idea del hacer. La propuesta de la no-mente, del no-hacer y del silencio y la quietud es milenaria, pero pocos se atreven a traerla al centro de Tandil donde todo nos indica que el dinero y el apellido es imprescindible para estar: a él le importa poco, y a mí también. La pone arriba de la mesa y reconoce que, al ser artista, tiene tiempo para pensar (se). Esto sí que es una suerte, o a lo mejor la suerte es que lo reconozca. Que lo lleve adelante. Que lo enuncie. Y que una vez más, lo proponga (gracias por venir, pienso).
“Encuentro muchas potencias en esto que hago”, me cuenta. Vamos ennumerando. Aparece en primer lugar un diálogo con el contexto, una teatralidad y puesta en escena particular a partir de su presencia en Santamarina 380 que le gusta, le entusiasma y le divierte. “Desde la grúa puesta ahí, en adelante.” Claro, las personas que caminan por la avenida se ven atraídas, convocadas y curiosas: miran, preguntan, conversan sobre lo que está ocurriendo. Por otro lado, la misma capacidad de afectación que el desarrollo de esta obra tiene para los trabajadores internos. “Nosotros somos cinco locos que estamos todo el día acá, dando vueltas, medios llenos de pintura, viviendo en el hotel. Nadie entiende bien de qué va lo que está ocurriendo”. Es espectacular –pienso- y le digo y le sonrío. Impulsada por la escucha, desarrollo en mi interior esta idea: cualquier cosa diferente que se vuelve posible de la noche a la mañana tiene, sí, que ver con la vida. Entonces, es vida lo que Elian ha traído hasta Mulen. Bravo.
Como tercera en la lista numérica donde el orden no es importante aparece la alegría del trabajo colectivo: el creador se vino con su equipo de amigos y trabajadores, y están haciendo la obra entre todos. “Yo soy el autor, sí”, me dice. “Pero trabajo con ellos. Me importa que haya igualdad de condiciones. Que no haya diferencias por el asunto del artista, que se cumplan ciertas pautas de igualdad que para mí son cruciales. De lo contrario no vendría” (mi queridx amigx lector: este es el mensaje). Más allá de eso, se ríe de lo que sabe que en las cabezas de quienes miramos de afuera puede aparecer. Y me lo lanza sin problemas. Eeeeee… “Y la gente piensa unas cosas como la siguientes: ¿Cómo es esto? ¿El enano manda y los otros hacen? ¿Y todo el día va y viene, y está con la compu y trabaja, y entra y sale? ¿Y, Y Y?” “¿Qué pasa acá? Nos reímos juntos y medio que al mate ya le faltan facturas. Así, comprendo que estoy frente a una persona que sabe que construímos con el otro, que el trabajo en equipo es una cosa que precisamos para soportar esta experiencia agotadora de existir. Hablamos unidos de la belleza y del cuerpo y del hambre y de los mandatos y del tiempo y estamos de acuerdo en algo: todo es insoportable.
En un momento determinado, le preocupa lo filosófico de esta nota. “Vas a tener que confiar en mí”, le ofrezco como como única salida. Se ve que algún destello sutil de mi mirada –respiro- le permite decirme que sí, que ya lo está haciendo. Entonces, como no podía ser de otra manera, hablamos de amor, porque cuando el amor aparece el miedo es desplazado y ya la vinculación es diferente. “Me parece que algo de deconstruirse tiene que ver con quitarle la mezquindad al amor”, me dice. Y me encanta lo que escucho porque creo que en esta materia, los seres humanos somos un desastre. Tenemos una mega cuenta pendiente. Cuando nos miramos nos medimos. Nos juzgamos y nos pensamos por encima del amor y por encima de todo. Intento, en mi entrevista que tiene intención de convertirse en amistad, que confíe en mí con todo su corazón.
“Si vos me preguntás, ahora, cuál es mi fin, te contesto que no lo sé”, me dice sin que le pregunte cuál es su fin (porque no tiene fin y yo eso lo sé hace tiempo). Sin embargo, le pido que me hable del futuro. No lo expresa exactamente pero entiende que lo infinito está dándole la mano, y se acuerda de una anécdota de una fiesta en Polonia creo donde, por primera vez, se vió a sí mismo convertido en inmensidad. “Ahí me di cuenta de lo chiquito que soy”, me dice. Y aunque no me atrevo a hacerle un chiste, me siento feliz de estar frente a una persona que ha mirado su forma y sus sensaciones durante mucho tiempo y bien de cerca: no se puede dar sentido a la vida habitando un cuerpo dormido, una mente dormida, un corazón dormido. Elian Chali está más despierto que nunca, y por eso construye, propone y plasma en equipo unos murales espectaculares, que dan orgullo, que generan intriga y admiración, que invitan a girar sobre el propio eje con los ojos cerrados, que impulsan a hacer cualquier cosa que uno ame, que rompen esquemas que insisten en explicarnos cómo la vida es: porque eso no está en un libro, en ninguno de los cientos que ha leído ni en alguno de los muchos otros que a lo mejor cree que le faltan leer. Cómo la vida es está en el sol que ahora -mientras intento que el lenguaje siempre mezquino les cuente a ustedes siquiera un poquito de la espectacularidad de ser humano que acabo de tener enfrente durante más de una hora- le da en sus manos de muralista luego de que decida venir a nuestra pequeña y testaruda Tandil a dejarnos una marca que avise que la vida siempre es infinitas posibilidades. Cualquier cosa menos definirse y subirse a los planes que nos quieren hacer creer cuáles son las cosas que nos convienen es lo que a Elian le importa, y de lo único que habla. No se lo digo, pero ya lo quiero para siempre.
CONTACTO & OBRA
WEB www.elianelian.com.ar
IG @elianchali
BONUS TRACK & RUEDA DE PRENSA
En el marco de la convocatoria y de la mano de Bahms (Hotel Mulen, Hostería De La Cascada), el próximo viernes 6 de marzo a las 19 horas se desarrollará una rueda de prensa en las instalaciones de Mulen Hotel (Santamarina 380) para que medios y periodistas puedan acercarse. Del mismo modo, está abierta a la comunidad. A su vez el artista dará una charla en el marco de esta actividad y recomendamos asistir a todas las personas interesadas en expandir su mirada del mundo. Los esperamos.
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