¿Te quejabas?
Esperando el colectivo siempre me sorprendo de cómo las personas necesitan hablarme del clima. ¿Cuál sería el punto en el que sentir calor en verano se convierte en algo extraño? Diría que no lo hay. Hoy esperé el 505 y vino una mujer a contarme algo. Lo voy a poner acá, porque me parece que me lo dijo para re-ubicarme y especialmente para re-ubicarlos de manera no casual porque no hay casualidad que exista y por eso están ahora leyendo este artículo, esta cosa que si se quiere es un artículo.
“Me casé a los doce años” me dijo. Yo entendí enseguida que la vida nunca va a dejar de sorprenderme, así como vino ella un día vendrá alguien a decirme me enamoré de mi perro, me encanta comer barro, estoy pensando en vivir arriba de un árbol para siempre. Estas cosas no me duelen; pero no puedo negar que me dejan atónita. “A los doce”, pensé.
No caminó hasta que tuvo 25. Un sábado, a las seis de la tarde, Alicia conoció al bombero, el tipo que fue su primer marido. Se lo presentó en el sur el padre de Néstor Kirnchner. A las ocho de la noche se casaron. Sí, de ese mismo sábado. Y yo que pensaba que haberme ido a vivir con un novio diez días después de topármelo era una aventura. Qué inocente, qué ilusa, qué, ¿Cuál es la palabra? Ella conoció la vida en silla de ruedas y él, convertido en su marido, iba a buscarla los días de franco para enseñarle a caminar. Le había hecho una especie de andador con palos de escoba. Llegaba a la casa, abría la puerta y le decía a su suegro: entregame la máquina, la f100, la ford ranger. Alzaba a su esposa a upa, y la ponía a andar.
Cuando me detuve en esa imagen, mientras ella lo contaba, me invadió una ternura particular. La dejé llegar. Me dí cuenta de que la única forma de ser feliz es amando; que todos nosotros somos muy felices cuando estamos atravesados por el amor, y no de otra manera. Ahí, en los ojos de Alicia, ví completa su alegría de aquel entonces, los destellos de ilusión que sentía cuando el bombero abría la puerta, su desesperación por saberse alzada a upa, abrazada y agarrada. Siento igual. La de la silla soy yo, queridxs amigxs. El tiempo pasó y con él otras cosas, como una hija y un suegro muertos por un camionero agitado. También el bombero, colmado de culpa, no aguantó demasiado y una vez se quitó la vida. Pero el camino siempre continúa, y Alicia se volvió a casar.
¿Aprendiste a disfrutar?- le pregunto.
Sonriendo, me dice dos cosas para mostrarme el sí.
La primera)
“No sirve andar con mala cara o de mal humor porque eso no compensa nada”
Y la segunda)
“El único problema del mundo es que está lleno de gente que lo tiene todo y se la pasa quejándose.”
Que la vida me sorprenda siempre para revolerarme estas palabras. Creo, honestamente, que es todo lo que me hace falta. Y que te llegue el tiro.
Por Florencia Lauga
Licenciada en Comunicación, Actriz, Locutora. Tandilense.
Instagram: @florencialauga
e-mail: liberaespacioya@gmail.com
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