“Nada de lo humano me es ajeno”. Lo escribió Publio Terencio 150 años antes de que el reloj volviera a cero, pero bien podría describir lo que mueve e impulsa a la artista Guada Garriz, quien asegura que la “vida misma atraviesa todo su proceso artístico” más allá de su voluntad.
“Se filtran cosas en la obra. Se filtran los pensamientos y mis actividades, todo lo que se mueve por donde se mueve el deseo. Cosas vinculadas a los derechos humanos, al género y a tantas otras cuestiones que me ocupan. Todo eso se va filtrando por más que intente lo contrario”, cuenta.
“Guada” se fue muy joven de Tandil y volvió con dos licenciaturas bajo el brazo: en Arte y en Psicología. Las fechas de cursadas y graduación son precisas. Lo que es más difícil de precisar es cuándo empezó a “hacer” arte.
Esta historia parece comenzar en su hogar, en torno a su padre y sus óleos, y sigue en Polivalente y, luego, en la Universidad de La Plata. Arranca con la cerámica, se escurre hacia la gráfica y finalmente desagua en la pintura. En ese orden pero de manera acumulativa, porque parafraseando otra vez al escritor romano “nada de lo artístico le es indiferente”: tela, madera, piedra, collage, gráfica, y la lista sigue y sigue.
Radicada en Tandil, a pocos metros del Lago del Fuerte, en un oasis verde y ripioso, flanqueada por un cerro y una calle sin salida, Garriz recuerda el regreso a la ciudad. “Fue lindo volver”, resume.
En su taller descansan las obras expuestas en 2016, en la muestra individual que organizó el Mumbat. Sobre una mesa larga y abigarrada, cuatro piedras redondeadas ya fueron pintadas de colores plenos y esperan el siguiente paso. Un par de cubos de madera de pequeño formato hacen fila. También esperan bastidores en blanco. ¿Por dónde seguirá Garriz ahora?
Es difícil saberlo. Para ella, lo importante es el “qué decir”, el resto se aviene a este imperativo fundamental.
- ¿Es así?
- Es así. Primero debe haber algo para decir. Después, buscar el recurso que viabilice mejor ese motivo. Dibujo, hago collage, pinto. El medio tiene que ver con lo que uno va sintiendo en el momento.
De a poco fui entendiendo eso. Nunca me propuse ser ceramista y dejar de serlo ni ser dibujante y dejar de serlo. Es una búsqueda. Uno va experimentando. Viendo qué va pasando. Hay recursos y prácticas que habilitan ciertas cosas, ayudan o benefician; y otros que no.
- ¿Sin un objetivo a la vista?
- Exacto. Se trata de una práctica en donde no puedo visualizar hacia qué lugar saldrá disparada la obra.
El “tema”, si lo hubiese, se puede decir pero a posteriori. Eso tiene que ver con mi propio proceso. Trabajo mucho con esa cuota de azar que tiene el punto cero en el comienzo, con la hoja en blanco, una tela vacía, para ver qué sucede. Hay mucho de intervención espontánea.
La realidad es que son pocos los trabajos en donde me planteo de antemano alguna cuestión en particular. En general, lo voy descubriendo.
- ¿Y en dónde nace ese interés? ¿En qué temas?
- En el punto de conexión que tengo entre la actividad plástica y las cuestiones de la vida misma. Todo lo que me circunda y lo que me interpela es parte de eso.
Me doy cuenta luego de que esos elementos de mi entorno se filtran en las obras, en todas las obras, pero como parte de un proceso, en un territorio despreocupado, donde puede pasar más de una cosa. Me interesa que suceda así.
- Pero el azar no excluye la recurrencia.
- Claro. Tengo recurrencias formales y de temas que siguen apareciendo una y otra vez. A veces miro un conjunto de obras y veo ese hilo con el que se han hilvanado los trabajos.
Hay obras que tiene un factor común, cosas que van tomando cuerpo de a poco, temas que van surgiendo de la práctica misma y no a partir de posturas previas.
- En este marco de obra abierta ¿Te preocupa que se dé el hecho comunicativo?
- Que se dé un hecho comunicativo, sí me preocupa; el contendido de ese hecho, la verdad que no. Lo importante es que “suceda algo”, todo el potencial de esa obra abierta en un espectador activo, pero sus asociaciones o el lugar hacia adonde va su mirada corren por su cuenta, no por la mía. No es un afiche o una publicidad, y por lo tanto no debe haber linealidad.
No dejo de sorprenderme con los recorridos o asociaciones que se hacen, cosas que como artista uno no puede prever.
- Además de artistas, ejercés la psicología. Se dice habitualmente que el arte salva. ¿Es así?
- Es así. Lo digo además por el efecto del arte en mí, en la vida. El arte salva. Te salva de un montón de cosas. Es un reparo, una posibilidad de trabajo personal e interior y de expresión. Puede ser un refugio y un medio, también.
Hay que decir que por suerte existen otros lenguajes y no todo es traducible a palabras. El arte organiza y se vuelve un lugar donde se amalgaman las cosas, un territorio para sostener disputas y preguntas; un campo de batalla pero también un campo de resguardo. El arte puede albergar una multiplicidad de sentidos para quien lo sostiene en la práctica y para quien lo aprecia.
- Habitualmente se vincula el arte a la insatisfacción. ¿Se puede ser absolutamente feliz y artista?
- Te redoblo la apuesta. ¿Se puede ser absolutamente feliz y humano? (Risas). Si hay algo que tiene que ver con la definición de lo humano es la dimensión del conflicto y la angustia. Si hay alguien en la vida que dice “soy plenamente feliz” estaríamos ante un extraterrestre.
- Esa incomodidad es un motor.
- Es la que luego va tomado una forma expresiva porque realmente implican una “necesidad” de decir. Hay obras que están muy bien formalmente pero les falta densidad. Y yo asocio esa falta de densidad a lo que debe estar antes. Por otro lado, hay obras que conmueven tanto al que las hizo como al que las está viendo luego. Creo que en estos casos hubo “algo” antes de la expresión. Uno no siente necesidad de expresarse porque sí nomás.
- ¿Y eso viene acompañado de un inconformismo por el resultado material, por la cuestión formal?
- Exacto. Eso es parte de la Historia del Arte: el inconformismo técnico y temático.
Los artistas tenemos vicios técnicos y formas que son efectivas. La gran decisión que debe tomar el artista es qué hacer con esas formas efectivas. ¿Si las sigue o las abandona en la búsqueda de otra cosa donde uno no se sienta tan cómoda?
Valoro mucho eso de los artistas. Esos pasitos que se van dando.
A Garriz no le preocupan los encasillamientos. A veces pinta elementos figurativos, a veces no. Tiene un lenguaje contemporáneo pero también incluye recursos de la gráfica. Hay componentes expresivos sin convertir su trabajo en una obra expresionista. El sentido siempre antes que la formalidad y los recursos a disposición de ese mensaje que sale embotellado buscando una playa abierta.
Asegura que podría dejar de ser pintora un día cualquiera pero que no podría dejar de ser artista. Hay algo que debe ser dicho pero ese destino no se agota en una técnica. Garriz busca en uno de los cajones de su taller. Tiene decenas de obras pequeñas sobre papel. Conforman una singular bitácora de viaje: preocupaciones, alegrías, encuentros y desencuentros, también indignaciones, personales y colectivas. Las mira y recuerda. El papel trae a la vida nuevamente esos sentimientos. Historia, su historia, la Historia. Nada de lo humano me es ajeno, escribió Publio Terencio. Garriz entiende perfectamente de qué se trata y se prepara para emprender la tarea nuevamente.
MUESTRA
Hasta el 26 de febrero se podrán ver obras de Guada Garriz en el Centro Médico de Martino (España 82). La artista presenta allí obra nueva y también trabajos que han sido parte de otras muestras pero que conservan un hilo conductor.
La exposición es el resultado de un acuerdo entre el Centro Médico de Martino y el Espacio de Arte Nido. Juntos, han definido un modo y una agenda de trabajo que ha dado lugar a un nuevo espacio de visibilización para los artistas de la ciudad.
Por Juan Perone
juanperone@hotmail.com
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