Cuando el hombre manifiesta su religiosidad y se vanagloria de su fe solo en estas fechas alusivas, no es más que un necio que desconoce la verdadera esencia de la existencia.
¿Quién puede separar la fe de los actos cotidianos, de los días y las noches, de las creencias y de las ocupaciones mundanas? La fe es la Vida y la Vida es la fe, porque ambas son como el viento y las hojas del otoño, como el mar y sus costas, como el rocío y la mañana, como la abeja y la flor.
Sin embargo nos estrechamos cuando exaltamos nuestra manifestación de fe por el simple hecho de los rojos del calendario. ¿No es acaso la sencillez del aliento conciente la manifestación más sublime de fe? ¿Cómo podríamos ser verdaderamente religiosos sino a través de la Presencia íntegra que reconoce a la vida en la muerte y a la resurrección en una danza entre ambas?
No se necesitan más recordatorios que el vaivén de la respiración y el batido del corazón en el pecho para Ser Vida y con ello acreditar la auténtica fe, la de ser parte de este Presente. Dime: ¿Para qué te vistes de ocasión y te muestras en los oficios con tus mejores prendas, cuando tu mustio corazón cada día permanece en el descontento y la preocupación? ¿Acaso no te das cuenta que cada instante es la perfecta oportunidad para el credo del Amor? Que tu fe sea tu religión, y tu religión sea la Conciencia del Amor.
Verás que no he hablado de creencia. ¿Por qué? Cuando algo es tan evidente que se vuelve parte de lo que somos, que se fusiona en nosotros, toda necesidad de creer se desvanece, porque la creencia es el mecanismo que hemos aprendido para validar, para dar sentido, para dar forma, para dar nombres y definiciones. ¿Quién necesita de las justificaciones cuando lo que se tiene es la Verdad?
Tú no dirías “creo en esto” o “creo en aquello” si realmente ese objeto de la creencia fuera parte de ti. Lo verdaderamente conocido no necesita ser creído, porque es real para quien percibe sin necesidad adicional de constatación.
La creencia es un estado más precario que la Fe, pues es la Fe el saberse impregnado de esencia divina. Es la Fe el hálito del Creador que nos atraviesa con su vaivén.
La creencia es una herramienta de sustento para religiones incapaces de religar. Quién conoce, tiene Fe y abandona automáticamente toda creencia. La Fe es la auténtica religión. Quien no reconoce con cada aliento la presencia del Creador en ese vaivén, está muerto en verdad, así como aquel que solo celebra sólo una vez al año la comunión entre vida, muerte y resurrección.
A través de Alejandro D. Gatti
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