Si creemos que nuestras acciones y reacciones dependen de una exclusiva yoidad, es decir de la condición de ser un yo, como individuo cuya conciencia personal es libre e infranqueable, pues debemos comprender que ello no es así de simple.
Muy a pesar de nuestro deseo de libre albedrío, subyacen, como ríos invisibles de aguas turbulentas, aspectos de una trama existencial multigeneracional que nos imprime, con cada respiro, un sentido de pertenencia y lealtad del que nuestra conciencia individual no puede escapar.
Un sistema de obligaciones y responsabilidad recíprocas nos atraviesa como una filosa daga y nos pone de frente a una realidad intrínseca sujeta a un plan mayor, el lazo de la lealtad a un sistema familiar al cual pertenecemos y le “debemos” (digo entre comillas porque la Vida es un regalo que no genera cargos en el debe) la posibilidad de estar en la Vida.
Una cadena ininterrumpida de acciones y reacciones a lo largo de las generaciones son las forjadoras intra-psíquicas de mecanismos de conducta y comportamiento que, muchas veces, intentamos ubicar en el Yo. A esta condición preexistente sistémica familiar se suma la condición biológica, también preexistente y sujeta a un fin mayor: la supervivencia para la evolución de la especie. Si miramos estas dos fuerzas que nos gobiernan, bien podemos comprender que una vida en entrega puede facilitar el fluir y una vida en resistencia y conflicto, donde no tomo lo que es tal como es, puede conducirnos a la tragedia constante.
El desconocimiento de esta fuerza invisible que llamamos lealtad suele ser la base de muchos de los fracasos de la psicoterapia convencional o de otras tantas técnicas que se conocen hoy en día. Estos fracasos conducen a que el individuo, en la consolidación de su auto-sustento psíquico, reafirmado por terapistas que ignoran estas cuestiones, no haga más que hundirse en la propia angustia y fracaso. Muchas veces este tipo de terapias aumentan más el sentido de “endeudamiento” que se siente y que proviene desde un inconciente familiar profundo.
Cuando hablamos de una estructura multigeneracional estamos haciendo referencia a un campo de implicancia que va mucho más allá de los propios padres o los padres de los padres, pues la fuerza de la Vida, “que viene de atrás”, no reconoce un punto de origen, y hablamos de una cadena ininterrumpida de fuertes lazos de unión y lealtad. Esto lo digo porque también en muchas terapias se deja a los padres como los propios gestores de lo injusto o de lo indeseado, cosa que no es real desde el punto de vista multigeneracional.
Es decir que una simple noción conductista o de conducta individual, incluso moldeada por cuestiones morales, sociales, religiosas y culturales, siempre está impregnada de una fragancia más arcaica y esencial, más trascendental, cuyos orígenes pueden reconocerse en el espíritu de las expectativas y los mandatos interiorizados por el vínculo sanguíneo.
Muchos de los sentimientos de culpa que emergen a la superficie sin causa aparente, al menos para la conciencia individual, tienen que ver con la necesidad de ecuanimidad y justicia que demanda la lealtad invisible.
La homeostasis del sistema dependerá de con cuánta claridad el individuo pueda percibir que sus necesidades personales están imbricadas con necesidades sistémicas multigeneracionales, arraigadas profundamente a una estructura de red interconectada y a la cual pertenece.
Cuando se habla de lealtad se trasciende la cuestión de compromisos o de deberes, pues hablamos de principios inherentes a un grupo de pertenencia. Hablamos de memorias heredadas y de Programas de Supervivencia muchas veces sujetos a la historia familiar, independientemente de que cada uno los vive en su propia experiencia.
Sin dudas este tema merece una continuidad, quizá para una segunda nota, donde podremos profundizar acerca de estas implicaciones y sus manifestaciones en lo cotidiano. Les dejos la invitación a estar atentos a un nuevo artículo al respecto.
A través de Alejandro D. Gatti
Fuente consultada: LEALTADES INVISIBLES - Ivan Boszormenyi-Nagy, Spark Geraldine - Editorial Amorrortu 2003
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